7 de mayo de 2011

Tal día como hoy... 7 de mayo


Hoy es el aniversario de dos sucesos relacionados pero, al mismo tiempo, opuestos tanto en su sino como en lo que significó para Gran Bretaña y sus ciudadanos. El 7 de mayo se recuerdan dos hechos, la caída de un héroe y el nacimiento de otro. Ambos británicos, ambos pilotos, ambos ases. 

Corría el año 1917 y la guerra aún no mostraba signos de concluir. La lucha en los cielos del frente occidental había llegado a cotas hasta entonces no alcanzadas. Era un 7 de mayo y dos pilotos se disponían a encarar un nuevo día, el que a la postre iniciaría la fama de uno y el que acabaría con la gloria del otro. Los pilotos, miembros ambos del Royal Flying Corps, volaban ese día a los mandos del mismo modelo de aparato, un Nieuport 17, si bien el más joven venía en las últimas semanas pilotando un SE5a. Uno de ellos pertenecía al escuadrón 56º mientras que el otro al 40º. El primero contaba con 20 años, el segundo a punto de cumplir los 30. Sus nombres: Albert Ball y Edward Mannock. El primero moriría, el segundo iba a derribar su primer aparato de muchos.

Ball y Mannock

Albert Ball era para entonces un piloto adorado en toda Gran Bretaña. Era joven, apuesto, tímido y temerario en combate, incluso tocaba el violín. Los ingredientes necesarios para que la prensa de la época se volcase con un piloto. Ball gustaba de volar solo y acometía infinidad de acrobacias en el aire que desconcertaban a sus enemigos, incluyendo el volar en línea recta contra los aparatos enemigos "jugando" a ver quién se apartaba primero. Ball solía ganar ese arriesgado juego logrando así derribar a varios de sus oponentes. Apenas hacía un año que había logrado su primera victoria y ya sumaba la nada despreciable cantidad de 44 derribos enemigos, 30 de los cuales logró en apenas tres meses durante la campaña del Somme. Ball era el arquetimo de caballero del aire, siempre con un estricto código de honor, sin cntemplar la posibilidad de huir de un combate igualado y mostrando clemencia del enemigo cuando no podía seguir luchando. Concentrado en las luchas aéreas, no cejaba en ningún combate por lo que no fueron pocas las ocasiones en las que se quedó sin munición. Inclusó llegó a retar a pilotos enemigos a los que había visto huir de la batalla para continuar luchando al día siguiente. Fue, además, el primer piloto británico en conseguir tres victorias en una misma misión. La prensa lo adoraba y, por ende, la ciudadanía británica. Todo un héroe para la causa bélica del imperio al ser, en esos momentos, el mayor as que tenían en el frente con esas 44 victorias. 

Albert Ball

En el otro extremo de la fama y la gloria se encontraba Edward Mannock. La guerra no había empezado bien para él. Trabajando para una compañía telefónica británica en lo que hoy es Turquía fue detenido y encarcelado por el gobierno otomano, no siendo liberado hasta 1915 tras meses en los que sufrió multitud de privaciones, agresiones y vejaciones. Puede que eso le hiciese a partir de entonces contar con un fuerte carácter y llegar a convertirse en el piloto británico más agresivo de todos en vuelo. Alistado para el esfuerdo bélico, fue destinado primero al cuerpo médico y después al de ingenieros pero pronto sintió deseos de pilotar aviones de combate, cosa que consiguió en 1917. Lo curioso es que Mannock tenía limitada la visión del ojo izquierdo desde su infancia, con el que apenas veía nada. Se las apañó para que no se le notase y logró pasar las pruebas de adiestramiento como piloto. Tanto si los instructores realmente se percataron como si no, pues ciertamente para 1917 ya no se tenían tantos remilgos por la falta de pilotos en el frente, de habérsele impedido volar en aquel momento, el imperio británico habría perdido al que iba a convertirse en su mayor as de la guerra, pues Mannock iba a llegar a las 61 victorias.

Mannock a los mandos de un SE5a en 1918

Mannock, como todos los pilotos británicos, estimaba en mucho a Ball y soñaba con emular sus gestas. Aquel lluvioso 7 de mayo se entremezclarían los sentimientos de triunfo y lamento. Ball pilotoaba, como decía, un Nieuport 17 en el sector de Arrás cuando su escuadrilla, formada por una docena de aparatos con pilotos bien experimentados del 56º se topó con una formación de Albatros D.V alemanes perteneciente al Jasta 11. Comenzó entonces una encarnizada pelea de perros entre las abundantes nubes y en la que Ball parace ser que derribó un aparato pero que no le sería contabilizado finalmente en el caos de aquella tarde. Entre los pilotos alemanes se encontraba Lothar von Richthofen, hermano menor del Barón Rojo, que por entonces contaba con 18 victorias pero habiendo logrado la primera de ellas apenas cinco semanas atrás, lo que nos dice bastante de la calidad como piloto del as alemán. En esa encarnizada lucha, Lothar derribó dos aparatos británicos ascendiendo su cuenta de victorias hasta las 20 y quiso el destino enfrentar entonces a ambos pilotos de forma fatídica. Según las crónicas, los aviones estuvieron maniobrando entre las nubes buscándose la cola pero, entre maniobras y acciones evasivas, en un momento determinado y por efecto de las nubes, los aviones se tocaron en el aire. El menor de los Richthofen perdió altitud de forma inmedita y luchó por controlar los mandos de su Albatros, con los que finalmente se hizo logrando aterrizar sano y salvo. La suerte de Ball fue bastante distinta. Según la versión inicial, su Nieuport cayó por el choque a tierra estrellándose en territorio alemán y provocando la muerte de Ball. Por eso se quiso conceder la victoria por ese derribo a Lothar, pero posteriormente se ha argumentado que se vio el aparato salir de las nubes sin excesivos daños y perderse posteriormente en otra formación nubosa. Se piensa que podría haber sobrevivido al choque pero ser derribado por fuego antiaéreo alemán. 

Ball en combate con su Nieuport


Fuese de un modo u otro, mientras en la distancia Edward Mannock lograba destruir un globo alemán obteniendo su primera victoria iniciando así su carrera hacia la cúspide para llegar a convertirse en el as de ases británico, el que en ese momento ocupaba tan distinguida posición encontraba la muerte. Cuentan que, al enterarse de la noticia, Mannock lloró por Ball, tanta era la admiración que sentía por su compatriota. Aquel 7 de mayo de 1917 una estrella caía del firmamento aliado para iniciarse, paradógicamente, el encumbramiento de un nuevo astro entre las filas de pilotos británicos. 

 

2 aportaciones:

Paulina dijo...

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Pau

Chisco dijo...

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Un saludo.

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